Pensamientos portugueses

La gente en Portugal es sencilla y elegante… No se trata de esa elegancia que imprime la clase social, sino de aquella que no entiende de estatus, profesión o buenas maneras afectadas, tantas veces confundidas con la educación. Es una elegancia con la que se nace, que forma parte de la esencia y la naturaleza de ciertas personas. La tiene el camarero del restaurante que te sirve la cena, la joven que limpia la habitación de tu hotel o el tímido muchacho que te mira a hurtadillas en la playa. Aquí todo el mundo tiene la voz suave y dulce y te pregunta a cada momento: «¿Te importuno?», te dicen: «senhora» y te contestan: «obrigado», que en español significa: agradecido.

Las mujeres se llaman Margarita y los hombres Antonio, y todo resulta agradable, tranquilo y sencillo. Por las noches suele haber en las calles algún grupo tocando de forma improvisada… Me maravilla su buen gusto por la música. ¿Cómo es posible que no suene ninguna canción estrafalaria de Paulina Rubio o Shakira?. Aquí no parece haber llegado la canción del verano, el bolero mix o como se llame. Hasta en la playa se escucha tímidamente en las terrazas jazz, soul, un poco de Police…. Incluso el otro día pude escuchar “So long Marianne” de mi querido Leonard. A penas se oyen las voces de algún español de Huelva que parece haber aceptado las normas sigilosas de este pequeño rincón de Portugal.

Creo que podría quedarme en esta terraza de mi encantador hotel, desde donde escribo, mientras empieza a quitarse el sol y se desliza poco a poco entre los tejados. Este hotel que no es más que una casa restaurada por su dueña, una arquitecta italiana llamada Paola. Cómo me gusta subir a la azotea y fumar un cigarrillo mientras me tomo el café que me acabo de preparar en la cafetera expreso que tiene mi gran habitación. Parece un apartamento, con su cocina, su saloncito, su maravilloso vestidor y espejo colocado de forma casual, sus lámparas, y cojines con toques árabes, todo blanco y acogedor. Sin embargo, se trata de un hotel. Un hotel muy especial, donde todo huele bien, a flores y hierbas, que cada día limpian con esmero y detalle, cuidando que cada cosa esté en su sitio: jabones y cremas naturales, toallas envueltas en un lazo de paja y una cesta de mimbre a las puertas de la habitación con un delicioso desayuno.

Margarita, la joven que suele estar por las tardes, sube a menudo a la terraza a regar las plantas y me descubre muchas veces fumando recostada en el sofá mientras leo un rato. Me pregunta: –¿Te importuno?– Y yo no puedo mas que mirarla con ternura y decirle: –No, Margarita, todo está bien–

Hoy la noche no está tan clara como en estos días pasados en los que los que Dostoievski me acompañó con sus pequeños relatos. Lloré de nuevo al leer el final de “Noches Blancas”, reí con “El pequeño héroe” y me intrigué con “Un episodio vergonzoso”. Aunque tuve la compañía de dos personitas cada cual mas diferente entre sí y respecto a mi, pude disfrutar de momentos de soledad, dar largos paseos al atardecer y respirar el olor del mar… Necesitaba estar conmigo durante un rato y pensar. A veces la distancia te hace ver las cosas de manera distinta…

Gran parte de Portugal está en llamas. El sol se tiñe de rojo detrás de las grandes nubes negras que cubren el cielo. Desde la terraza se puede oír a lo lejos el sonido inquietante de las sirenas. Pero parece lejano, a penas un silbido que llega hasta aquí. Margarita, la dulce niña Margarita que hace un rato me contaba que tenía a su «enamorado» en Olhao, riega de nuevo las plantas y de vez en cuando sacude los cojines del sofá, manchados por el hollín que cae del cielo. Parece ser que la sierra está ardiendo. Pero el fuego no llegará hasta este pequeño pueblo llamado Tavira, ni a este rincón. Hoy no me pregunta si me importuna. Ya nos hemos hecho amigas. “Enamorado” significa en español, novio. Qué palabra mas bonita y que bien suena con el dulce tono portugués.

Es mi última noche aquí. Me pregunto cuántos caminos hay que recorrer en la vida. Cuántas veces nos tenemos que equivocar para encontrar ese lugar donde por fin descansar. Qué atormentado está mi corazón y qué paz me transmite escribir… La vida es un camino, nunca sabes dónde está el final ni qué te puede ayudar a encontrarlo. Pero… Qué sencillo puede llegar a ser todo y qué complicado lo solemos hacer las personas… La belleza, esa belleza calmada y serena que te da el espíritu, que forma parte de tu propia esencia, cuántas veces la corrompemos con frivolidades y superficialidades. Qué difícil es encontrar a alguien que sepa traspasar esa barrera…

Me cuesta imaginar a estas personas amables y humildes pervertidas por nuestra actitud orgullosa y egoísta. Sus pasiones son seguramente románticas y comprometidas, fieles y sinceras. Qué lejos parece ahora ese mundo en el que a veces vago como perdida, buscando todavía «no se el qué». Pero quizás, aquí y ahora, me haya dado cuenta que lo que ansío es encontrar mi propia paz interior y un espíritu inquieto que comparta conmigo una larga charla en esta noche teñida de rojo, mientras el tiempo transcurre bebiendo café y fumando un cigarrillo, para después besarnos como dos adolescentes y dejar que la misma noche nos emborrache y nos lleve a esa gran cama para mirarnos en ese espejo que parece haber colocado mi querida anfitriona a traición. Echo de menos tu mano en mi espalda, en mi muslo y en mi pelo, tu boca en la mía…. Qué bonito resulta escuchar mi nombre dicho por ti… Y qué difícil es contener los sentimientos y gobernar ahí dentro, no echar de menos y ser racional en todo momento.

Margarita ya se va y yo también. Tengo que hacer la maleta, darme una ducha y cenar antes de dormir. Charlaré con mis acompañantes que no saben nada de mi pequeño secreto. No hablaré sobre Dostoievski, ni sobre mis impresiones sobre la vida, las personas y el amor. Pero me reiré a carcajadas recordando nuestras  anécdotas del día con una cena agradable, hasta que los ojos se nos empiecen a cerrar y nos vayamos a dormir. Mañana será otro día y todo esto, servirá para inspirar un capítulo de mi pequeño relato que cada día mas parece un libro. Y entre este cúmulo de pensamientos, sí, pensé en ti y me acordé de ti… Aunque eso ya lo sabes mi querido amigo rebelde.

Buen día, y que tus noches sean felices y blancas, muy blancas, como las noches de verano en San Petersburgo…

Patricia Bernardo Delgado.

Un comentario

  1. Que relato más sugerente, me han entrado unas ganas locas de ir a Tavira y subir a esa terraza, que paz, que serenidad transmiten tus palabras….todo de los más evocador.

    Deseando conocer el relato de tu viaje a Estocolmo.

    Besos amiga

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