“Las personas mayores nunca son capaces de ver las cosas por si mismas y es muy aburrido para los niños tener que darles explicaciones una y otra vez…” El Principito.
-¡Mama, he descubierto algo fantástico! Lucas tiró su bicicleta en el jardín de casa, subió corriendo las escaleras del porche y se puso de puntillas para abrir la puerta.
-¡Mamá, mamá! -seguía gritando, mientras iba de una sala a otra buscando a su madre, hasta encontrarla en la cocina. Su madre estaba concentrada limpiando la encimera. Ante los ojos de Lucas parecía muy alta y segura. Dejó lo que estaba haciendo y se giró para ver llegar a su hijo rojo de excitación.
-¿Pero qué es eso tan importante que has descubierto pequeño ratón? -dijo mientras ponía sus brazos en jarras y miraba a Lucas con gesto de guasa, ladeando ligéramente la cabeza.
–Mama… Ya sabes que no me gusta que me llames ratón. Los ratones son roedores que comen queso y a mi no me gusta el queso -contestó resoplando a modo de enfado. Su madre intentó mantener el gesto serio.
–Es verdad cariño. Siempre se me olvida que no te gusta el queso. Así que dime: ¿qué es eso tan fantástico que me tienes que contar?. Menuda sudada traes anda… -dijo mientras revolvía su pelo y le daba un beso a Lucas en su carita llena de pecas.
-¡Verás mama, hoy he descubierto que a los perros les gusta comer flores! -dijo con la cara iluminada por el descubrimiento. Su madre se rió con ganas.
-¿Flores? Pero, cariño, a los perros les gusta comer de todo menos… Un momento… ¿A qué perro te refieres?
La madre se inquietó al mismo tiempo que caía en la cuenta de que ellos tenían un perro, el viejo y bueno de Jack.
Lucas cambió su gesto alegre por otro de fastidio. “Los mayores a veces parecen tontos”, pensó.
-¡Pues qué perro va a ser!. Jack mama, el único perro del mundo. No conocemos más perros. Mama, a veces pienso que no enteras de nada -dijo abriendo sus manos para expresar su desconcierto-
“Ay dios, que nos hemos quedado sin perro”, pensó su madre mientras miraba por la ventana de la cocina buscando a Jack.
–Lucas… Dime que no le has dado de comer ninguna cosa rara a Jack. Sabes que es mayor y tiene un estómago delicado.
La madre había cambiado su gesto de guasa por un mas serio. Lucas, por supuesto, no entendía nada.
–Mama, Jack se ha comido unas margaritas en el jardín y le gustaron. ¿No te parece fantástico?. Jack es un perro especial y vivirá muchos, muchos años porque cuando se acabe la comida de perros en el mundo, él se alimentará de margaritas. Yo las he probado pero no me acaban de gustar. Prefiero el bocadillo de Nocilla. Mamá… Tengo ganas de merendar -dijo Lucas mientras volvía a resoplar.
La madre no sabía si reírse o abrirle la boca para que escupiese las margaritas que se acaba de zampar. Pero acabó riéndose y encogiéndose de hombros. A fin de cuentas: ¿qué daño podían hacer unas pocas margaritas a Lucas y a Jack?.
-Eso está hecho. Pero antes de nada, vete a lavarte las manos y después, me sigues contando tu teoría sobre los perros y las margaritas -contestó su madre. Miró por la ventana de la cocina y observó aliviada que Jack bebía agua en el jardín.
Lucas corrió por el pasillo feliz de que su madre por fin entendiese algo tan sencillo como que a Jack le gustaban las margaritas.
Patricia Bernardo Delgado.
5 comentarios
Preciosa historia, volver a tener la mirada de un niño.
Gracias mi querida Antonia! Todos conservamos algo del niño que fuimos, solo hace falta recordarlo de vez en cuando. 😊
¡Precioso cuento, me encantó! Seguiré leyendo el resto en cuanto tenga tiempo.
A mi también me gusta escribirlos y, aunque pocos, he escrito algunos.
Un abrazo
Muchas gracias !!!!! Que ilusión me hace! Te seguiré y leeré! 😘
La misma ilusión me hizo a mi cuando vi la palabra CUENTOS en tu blog.