Sus manos giraron con un rugido. Sus pies se tensaron. La moto se incorporó en un santiamén a la carretera. Era inevitable fijarse.
La calle se estrechaba cuesta abajo y el motorista apareció del lado de las terrazas.
No sé si fue el gesto decidido de sus piernas camufladas en unos vaqueros, la impetuosidad del movimiento, la postura de todo su cuerpo encajado en aquél enorme trasto o lo inesperado de lo que vino después: un suave ronroneo interior que me despertó aquella mañana del verano de dos mil veinte.
Autora: Patricia Bernardo.
© 2020. Patricia Bernardo Delgado.
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