Foto: Pinterest. Cuadro de Van Gogh.
Recorrí campos de girasoles y molinos de viento hasta llegar a las dunas de Bolonia. Y ya de noche, viajé persiguiendo a la luna. De fondo, sonaba una canción que no recuerdo, pero no era la canción a lo que prestaba atención, sino a la luna que me acompañaba a través de la ventanilla del coche, de vuelta a mi provisional casa. Aparecía y desaparecía entre los árboles, los escasos tejados y las nubes, que le abrían paso, anunciando que el día siguiente sería de sol, de agua y de lectura sosegada. Es tiempo para pensar, me dije, para recuperar lo que creía perdido en un rincón oscuro.
Y fue en ese momento, después de recorrer los campos de molinos y girasoles, de viajar en coche con la luna, cuando me di cuenta de que ese sentimiento que creía adormecido, escondido como un perro apaleado que tiene miedo a ser acariciado, seguía vivo. Y eso, me hizo sonreír aliviada, porque por fin, volví a sentir que sentía.
Patricia Bernardo Delgado.